LA TELA DORADA
Este mundo no es como otro cualquiera. Aquí no
creces, aquí te transformas. Nadie sabe qué son estos seres.
Dicen que hace mil años una joven humana se enamoró
de un ángel. Fue tan grande ese amor que dio como fruto tres hijos: dos niños y
una niña. El ángel se dio cuenta que algo malo fluía por su sangre e intentó
matarles. Su madre se lo impidió huyendo y escondiéndose en una cueva bajo
tierra.
A la edad de dieciséis años, de pronto, el mayor se
quedó inmóvil y empezó a tejer a su alrededor una fina tela dorada. Su madre
intentó romperla por todos los medios, pero no había herramienta en ese mundo
capaz de acabar con ella. Su hermana siguió el mismo camino, pero el pequeño de
los tres no se llegó a transformar. Al cumplir los dieciocho, su padre sabía
que él no era como sus hermanos. Intentó protegerlo buscándolo, llevándoselo y
escondiéndolo. Dicen que en un bosque cercano, pero nunca nadie lo ha visto.
Después de diez años, el hijo mayor salió del
capullo dorado. No era criatura perteneciente a este mundo. Sus ojos seguían
iguales, pero de su espalda salían unas grandes alas negras. Era lo más bello
que nunca nadie había visto. Pero en su interior yacía un negro corazón que
empezaría a latir cuando su primer hijo llegara al mundo. Cuanto este comenzara
su transformación, los corazones de sus padres se pararían acabando así su
vida. Todos nacían con el destino de la muerte, todos tendrían hijos dejando así
la vida. Dicen también que el ángel pidió ayuda a la madre diosa. Ella no pudo
hacer nada, solo a los mil años nacería un niño, pero este no sería como los
demás: este sería inmortal. Y, con la ayuda de otro inmortal, conseguiría
acabar con el mal que albergaban esas criaturas.
-Marga, ven a
recoger esto.
-Ya voy, mamá.
Marga tiene quince años, sus ojos son azules y su
pelo, color caoba. En una semana terminará
el tiempo de espera para su transformación.
-Mamá, ¿por qué nos
tenemos que transformar?
-Cariño, está en
nuestra naturaleza, no hay nada que pueda impedirlo.
-Pero yo no quiero
que mueras _una lágrima empieza a recorrer
su mejilla.
-Es mi destino, amor. Yo ya he vivido mi vida y ahora
te toca a ti.
La abraza con
todas sus fuerzas. Puede rozar con sus dedos esas odiosas alas negras que
pronto crecerán en ella.
El día de su
cumpleaños Marga se encuentra en su habitación. Está preparada para ese maldito
momento que tanto deseaba que nunca
llegara. Teme paralizarse y no volver a ver a sus padres. Su madre siempre le repetía lo mismo:
“Marga, cariño, sabes que papá y yo te queremos y nunca dejaremos de hacerlo.”
Las horas
pasan y no ocurre nada. Solo queda media hora para la medianoche. Marga observa
por la ventana la poca gente que circula a esas horas por esas calles oscuras.
Su mirada se centra en un pequeño bicho con alas. Al principio no puede distinguirlo bien,
pero finalmente lo consigue. Nunca había
visto nada como aquello. De
pronto, ese bicho tan raro
desaparece.
Dan las doce y la transformación no ha empezado. Oye
cómo llaman a la puerta. Intenta escuchar
lo que dicen pero solo llegan vagas palabras.
-…no es como
nosotros…
-… no le hagáis
nada…
-… es la profecía…
es ella…
Marga deja de escuchar; no entiende nada. La puerta
se abre de golpe. Se esconde detrás del armario. Los pasos se acercan, puede
ver a su madre.
-Marga, corre.
-Mamá, ¿qué…?
- ¡CORRE!
Marga sale lo más rápido que puede del escondite y
sale por la ventana. Corre. No sabe adónde va. De repente vuelve a ver a ese
bicho. Algo le dice que lo siga. No duda: corre tras él lo más rápido que
puede. No quiere perderlo de vista, pero ya es tarde. Se encuentra sola en
medio del bosque. Intenta buscar un lugar para pasar la noche. Encuentra una
pequeña cueva. Se sienta, se agarra las rodillas y tiembla, pero no de frío. Todavía no sabe qué ha pasado, hace una hora esperaba a su
transformación y ahora está sola. No deja de pensar en sus padres. ¿Y ahora qué
va a pasar? Poco a poco se le van cerrando los ojos y el sueño la vence.
(continuará...)