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Otro grito más inunda la habitación. Sus manos en las orejas impidiendo cualquier sonido. Impotencia frente a esa escena que se repite casi a diario. Quiere gritar. Parar con el dolor pero no puede. Se acaba acostumbrando sin quererlo. Recibe golpes invisibles que marcan, que dejan huella aunque no se de cuenta. Otro grito y las lágrimas escapan de su ojos. Otro grito que se queda mudo.