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Todo el dolor que creía conocer, todos mis recuerdos ; me llevan a ti.

lunes, 31 de marzo de 2014

Solo palabras

Un año más me presenté al concurso literario de mi instituto, pero este año no ha habido suerte :(. Pero no pasa nada, otra vez será (añadir que la contricante era muy buena ;) ). Así que aquí os dejo el relato de este año...

SOLO PALABRAS


El príncipe avanzaba por el pasillo, espada en mano, mirando a todos los lados en busca del raptor de la princesa. El pasillo llegó a su fin. Bloqueándole el paso se encontraba una enorme puerta de madera, que seguro que encerraba lo que andaba buscando. Empujó la puerta, pero estaba atascada, así que cogió carrerilla y se lanzó sobre ella. Fue tanta la fuerza que, cuando la puerta cedió, el valiente príncipe se dio de bruces contra el suelo. Rápidamente se levantó, alguien como él no podía ser visto tirado en el suelo. Y, alzando la espada, declaró que lucharía con quien fuera. Pero allí no había nadie, no había nada. Todo lo que su vista llegaba a alcanzar era oscuridad. Iluminando el lugar se encontraban pequeñas luces, eran estrellas.

Sus pasos eran inseguros al ritmo que avanzaba por ese extraño terreno. Se notaba que era algo nuevo para él. Pensaba en los mapas que él siempre había estudiado, pero no había ninguno que se le pareciera. Pero sí recordaba un satélite propio de la Tierra, la Luna. Un ruido lo sacó de sus pensamientos. Giró sobre sí mismo unas cuantas veces, desorientado, hasta encontrar el lugar de procedencia de dicho sonido. Y allí lo vio: dos extrañas criaturas de cuerpo alargado y cabeza redonda, de la cual salían dos alargados ojos como los de un caracol. Sus manos eran cuatro, con seis dedos cada una. Y los pies, pequeños en comparación al cuerpo. El príncipe, si no hubiera sido tan valiente y tan orgulloso, se habría desmayado cual doncella.



—¿Quiénes sois? — gritó.



La extraña criatura morada no contestaba, pero ¿acaso podía?



—¿Quiénes sois? — insistió el príncipe, esta vez dando una estocada al aire en señal de bravura.



El marciano se movió dos pasos y con una de sus manos sacó de su espalda un objeto. Lanzó un rayo proveniente de ese extraño artilugio, haciendo saltar la espada en mil peda... ¡aguarda! ¿Eran letras lo que veía? Sí, su espada se vio reducida a un montículo de letras, ¿pero cómo era eso posible? No le dio tiempo a buscar respuesta, pues tenía que correr si no quería acabar él así.

Corría sin mirar siquiera el camino que pisaba, sólo atento a la criatura que le quería convertir en letras. Fue así que, al no ver el objeto que tenía delante, chocó contra él.

Aun sin conocer su procedencia, al encontrar lo que se suponía que era una puerta, se arrojó a su interior. Sin perder de vista por donde había entrado, caminaba de espaldas lentamente de modo que sus manos iban detrás de él, tanteando el lugar. Fue así que estas llegaron a apoyarse en un montón de botones de colores. Y fue entonces cuando se giró. No le dio tiempo a preguntarse para qué eran, pues el artilugio empezó a moverse, lanzándose hacia el vacío.



—¿¡Qué has hecho!? — gritó una voz de hombre a su espalda.— ¿Por qué has hecho despegar la nave? ¿Y más aún, quién eres? ¿Qué haces aquí?



El príncipe no contestó a nada de eso, sino que se quedó mirando a aquel hombre con ese extraño traje blanco que llevaba. Se acercó a él con curiosidad, observando cada detalle que caracterizaba a aquel humano.



—¿Qué es esto? — preguntó el príncipe señalando a  su alrededor.



—Mi nave — contestó este. —Estaba en la Luna de expedi… ¡espera! ¡El que hace las preguntas aquí soy yo! — dijo, cabreado. El príncipe echó un paso atrás. — Bien, ¿quién eres?



—Soy  el príncipe de Reino Negro, voy en busca de la princesa — dijo, al igual que si de un discurso se tratase.



—Bien. Veo que la falta de oxígeno te ha afectado el cerebro...



El príncipe le miró extrañado, incrédulo. ¿Pero qué decía aquel hombre? Unas sacudidas les sacaron de aquello que para ambos era extraño, haciéndoles agarrarse donde pudiesen.

La nave aumentó la velocidad, precipitándose hacia la Tierra. Segundos pasaron hasta que la nave se estrelló. Menos mal que fue a parar a un lago, sino no habría habido superviviente alguno. Con la ayuda de una bella joven, ambos salieron. El príncipe, por su propio pie, pero el astronauta tuvo que ser sacado por ella. Ya en la orilla del lago, el príncipe se recuperaba de todo lo vivido. Mientras, la joven no se separaba del astronauta, que, poco a poco, iba recuperando el conocimiento. El príncipe, una vez recuperado, centró su atención en la pareja: la joven no era una chica cualquiera; en vez de piernas, de su tronco salía una larga cola. La sirena susurraba algo al astronauta, que cada vez parecía más hipnotizado y asentía a todo lo que ella le decía. Fue en el momento de su último asentimiento cuando fue conducido por ella a la orilla del lago y, posteriormente, al fondo de él. El príncipe, en ese momento, salió corriendo bajo una lluvia de letras procedentes de la nave que explotaba. Él no quería tan trágico destino.



Corrió y corrió sin parar. Era la segunda vez que huía ese día, y algo le decía que no sería la última. Corría por un descampado que daba a un bosque y, como la primera vez, chocó contra algo. ¿Eran escamas? Un escalofrío lo recorrió de arriba abajo. Eso solo podía significar una cosa: dragón. Esperaba estar equivocado. Pero no, allí estaba, un dragón de seis metros, garras afiladas y una cola larga salpicada por lo que parecían ser cuernos. Tragó saliva, era hombre muerto si este le veía.



—¡Socorro! —un grito lejano llegó hasta sus oídos.



Era la princesa, no dudaba de ello. Debía de estar al otro lado del bosque. Un cartel de madera clavado le daba nombre: Bosque de las Hadas. Era una gran arboleda de todos los colores, sí: morado, rosa, naranja, rojo, azul, había arboles de todo tipo. Y para atravesarlo, debía cruzar delante del dragón. Poniéndose este de puntillas intentó pasar sin ser visto. Pero fue tan su mala suerte que tropezó con un montón de huesos, armando gran jaleo. El dragón fijó sus brillantes ojos naranjas en su objetivo y, alzando sus alas y rugiendo, declaró cuál sería su próxima presa. Y antes de que abriera su boca, el príncipe salió corriendo al interior del bosque. A su paso el dragón iba lanzando fuego con el objetivo de alcanzar al príncipe, pero lo único que lograba era que los árboles comenzaran a arder. El príncipe se veía perdido, veía que su hora llegaba.

De pronto, nubes que parecían de purpurina salían de cada árbol. Las hadas, al ver que destruían su hogar, se lanzaron contra el autor de todo aquello. Ante el atento príncipe lanzaban contra el dragón hechizos, más bien letras, que se trasformaban en armas, en palabras, convirtiendo lo que quedaba del dragón en pequeñas flores naranjas. No le dio tiempo al príncipe a darle las gracias a aquellos pequeños seres, pues un nuevo grito de socorro se volvió a oír.

Allí estaba, el raptor de la princesa. Un gran ogro que de amable tenía poco. Antes de acercarse a él, y con cenizas de lo que antes era bosque, consiguió lo que necesitaba. Uniendo las letras, como habían hecho las hadas, creó un arco y unas flechas. Esta vez no podía fallar y, si hubiera creado una nueva espada, una lucha cuerpo a cuerpo con el ogro le hubiera conducido a la derrota.

Con paso firme se dirigió a la batalla. Estando a unos metros del ogro, y viendo este que el príncipe no llevaba armas, echó a reír.



—¿Pensáis que me podéis ganar? — preguntó entre risas.



Como respuesta, de su espalda sacó el arco y las flechas. Y, antes de que el ogro cayese en la cuenta del error que había cometido al no darse cuenta, le disparó una flecha a la pierna. El ogro pasó de la risa al enfado. Y cuando quiso atacar era ya tarde; seis flechas se habían clavado en su cuerpo, acertando una de ellas en su pecho. Al siguiente paso que intentó dar, sus rodillas se doblaron y cayó al suelo como un árbol tras ser talado. Y, ante los ojos del victorioso príncipe, el ogro pasó a convertirse en letras.



—Oh, valiente príncipe— gritó la princesa acercándose a este —, me has salvado la vida. Decidme con qué puedo compensaros, y haré todo lo que esté en mi mano para que se lleve a cabo.



Agarrándole de la cintura, la atrajo hacia él. Y, mirándola a los ojos, la alzó al vuelo, desviando solo un segundo su vista hacia su próximo destino.







Laura observaba cómo los personajes de sus historias saltaban de un libro a otro, de una página a otra, cargados con las palabras que ellos querían para escribir sus propias aventuras.

Veía cómo el valiente príncipe llevaba a hombros a su querida princesa. El ogro hacía saltar en mil pedazos un trozo de nave que se había desviado de su camino. La sirena arrastraba al fondo a su amado astronauta, a la vez que el dragón hacía que el bosque de las hadas ardiera, obligándolas a volar hacia los jardines de palacio de la bella princesa. Y todo ello eran solo simples palabras, simples letras que ella había unido, las cuales, gracias a su imaginación, cobraban vida...

~FIN~
  
    Pd:Toda crítica es bien recibida

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